No son infalibles, pero podemos hacer algo para sacarles el jugo. |
Una de las obligaciones que tengo como profesor de lenguaje y que me resultan más apestosas, es la enseñanza de la ortografía. Me molesta tanto como la mala ortografía. Por eso me detuve a pensar en alguna ventaja que, quizá no hoy, sino en un futuro no tan lejano, pueda sacarle a la tecnología, específicamente a una de las herramientas que, me atrevo a decir, define en gran medida la identidad del adolescente actual: el smartphone.
Observando los mensajes de mis estudiantes en facebook, pude distinguir claramente quienes utilizaban un computador y quienes un teléfono para escribir. Quienes tomaban esta segunda opción, solían presentar menos errores ortográficos. ¡Lógico!, el teléfono tiene diccionario y corrector ortográfico.
Recuerdo que una vez, mi profesor de didáctica dijo: ¿Para qué vas a gastar tiempo en enseñar ortografía si los ordenadores lo hacen por uno? Aunque le encontraba razón, seguía sin cuadrarme algo, ¿es el computador capaz de resolver todas las combinaciones de problemas ortográficos? Quienes conocemos los auto-correctores sabemos que no son exactos y que, aunque ayudan bastante, también se "saltan" algunos vergonzosos errores.
Hoy en día una manera de comunicarse esencial se encuentra en las relaciones establecidas a través de redes sociales. Los estudiantes no están ajenos a ello y tienden a poseer un teléfono que les permite estar conectados la mayor parte del tiempo. Entonces paremos la pelea contra el teléfono e incluyámoslo como herramienta en clase. El docente podría crear un dictado de palabras que los smartphones no reconocen y realizar una sesión en la que los estudiantes compartan su toma de decisiones ante las sugerencias del teléfono. Quizás sea una forma bastante novedosa de solucionar problemas tan molestos como el "ay", "ahí", "hay", "ahy", "ai"... etc.
Claro, se puede pensar que es un modelo muy forzado y que no vale la pena ejecutarlo. Pero piensen, ¿si resulta?, pasará a no solo ser un aprendizaje ortográfico, sino que un aprendizaje tecnológico permanente, extrapolable a otras herramientas de corrección. Y siguiendo el razonamiento de Palomar (2009), la práctica sistemática con sistemas de corrección ortográficos pueden terminar por facilitar la labor de los docentes al quitarles trabajo rutinario y repetitivo de encima. Piénselo como una inversión, colega.
Qué bruto, cuesta creer que en realidad sea docente. Está visto que la situación real de muchos es totalmente contraria a lo dicho acá. Muchos que conozco en realidad pasan vergüenzas a diario cuando dejan que el teléfono y su no tan maravillosa escritura predictiva (no "corrector") hagan de las suyas "escribiendo" por ellos.
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